Cuando nos referimos a nuestro propio
devenir solemos oír aquello de «¡Cómo pasa el tiempo!», cuando
en realidad quienes verdaderamente pasamos somos nosotros al ir
cumpliendo años. Cada comienzo de año, la mayoría de las personas,
tras el correspondiente balance del anterior, se estimulan con nuevos
proyectos, con una nueva vida. Sabemos de la imposibilidad de algunos
de esos proyectos, pero con todo insistimos o perseveramos en
alcanzarlos tal y como los concebimos en su origen. Unas veces
acertamos de pleno y otras erramos, pero al menos, diremos al final
del recorrido, lo hemos intentado. Así somos los seres humanos. Y
hablando de seres humanos, ¿les parece que nuestros gobernantes lo
sean?, ¿acaso les importamos?, ¿podrían vivir ellos un año más
con el salario mínimo (algo más de 600 euros), el sueldo medio de
un funcionario (1.500 euros ) o el de una pensión, que en algunos
casos no llega a los 400? Nuestros actuales gobernantes se muestran
ciegos y sordos ante una población cada día más desesperada por
una crisis de la cual no es culpable, al tiempo que comprueban que
quienes la produjeron (entidades financieras y gestores políticos)
por su desastrosa y continuada actuación especuladora y corrupta
siguen disfrutando de los mismos privilegios de antes de provocarla.
Un año nuevo comienza, ciertamente, pero ¿para quién? Las clases
sociales más desfavorecidas permanecerán en la misma situación de
impotencia e indignación, y nuestros gobernantes dilapidarán su
tiempo en cuestiones baladíes, irrelevantes. «Más de lo mismo»,
como se dice vulgarmente. Para el pobre más pobreza y para el rico
más riqueza.
Nuestro sistema político, de
convivencia social, aquel que nos dotamos los españoles allá por el
año 1978, hace aguas por todas partes, como si se tratara de un
barco a la deriva. La monarquía se ha encerrado en su burbuja de
cristal y no quiere saber nada que no tenga que ver con el lujo, y
nuestra Ley de Leyes necesita urgentemente ser reformada. Mientras
tanto, el Presidente del Gobierno, y el partido político que lo
sustenta, atenazado por el más grande de los escándalos de
corrupción de toda la mal llamada democracia española.
En estas fechas los deseos de paz y
felicidad, de amor y prosperidad de los unos a los otros son
continuos, pero si analizamos la actual situación de nuestra
arruinada España, para quién, me pregunto, será este año, un
verdadero año nuevo.
ESTACIÓN
SUR______________________________José
Antonio Santano