VÁLIDOS Y PLDs
Felipe III, llamado también «el
Piadoso», rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, y
duque de Milán (1598-1621), quien consagró su vida a casi todo
menos al buen gobierno de su reino, fue el creador de la figura del
valido, que
actuaba en su nombre, detentando así un gran poder. El primer valido
de Felipe III, como bien se
sabe, fue el duque de Lerma, ser tan ambicioso como especulador y
corrupto, causante de inexplicables reformas de las instituciones y
de llevar a la España del XVII a la ruina y bancarrota. Traigo a
colación la figura del valido
por similitud, salvando las
distancias, con otra de más reciente creación en la administración
pública española, cual es el PLD (puesto de libre designación),
como así se le conoce popularmente.
El PLD, desempeñado por
funcionarios de carrera, es elegido o seleccionado, entre los
correspondientes candidatos al puesto, por la persona que ejerce las
funciones propias del área o sector (educación, sanidad, cultura,
fomento, industria, justicia, turismo, entre otros) y de gestión
política del órgano o institución en cuestión: Ministerio,
Consejería, Ayuntamiento, Diputación, etc., etc. El PLD viene a
ser, pues, con algunas salvedades, la persona de confianza que ha de
desarrollar fiel, justa y eficazmente las funciones propias de su
puesto. Hasta aquí la teoría, porque dice Aquilino, veterano
funcionario y a poco de jubilarse, que su experiencia en la
administración es, cuando menos, desalentadora respecto a la figura
del PLD. Mantenidos por los sucesivos gobiernos de uno y otro signo
político, la actitud de algunos PLDs viene siendo antidemocrática,
y mucho más en determinadas ocasiones: inquisitorial y despótica.
La democracia en boca del PLD (pocos se salvan) es una palabra con
significado inexistente –añade Aquilino.
La delegación de funciones en los
PLDs por parte de los responsables políticos de turno, sin una
supervisión efectiva -manifiesta Aquilino-, es un mal endémico
cuyos perjudicados, en primer término, son los propios compañeros
que han de soportar sus manías y caprichos, y, en segundo lugar, los
ciudadanos que se sienten desatendidos y ninguneados. Los validos
del siglo XVII y los PLDs
del XXI son en esencia la misma cosa: seres autoritarios y mediocres,
maledicientes e ignorantes que ondean la bandera del poder para
humillar a sus semejantes –sentencia Aquilino.